Mané Garrincha

La estrella solitaria

Mané Francisco dos Santos "Garrincha" con Brasil. Getty Images
Mané Francisco dos Santos "Garrincha" con Brasil. Getty Images

Manuel Francisco dos Santos es probablemente el mejor regateador de la historia del fútbol.

Fue uno de los futbolistas más queridos del fútbol brasilero, más querido incluso que el mismo Pelé, en Brasil le conocieron como "la alegría del pueblo". 

Por sus movimientos y forma peculiar de jugar fue apodado "Garrincha" por uno de sus doce hermanos, una avecilla de América del Sur de extrema velocidad.

Mané nació con las rodillas deformadas, era patizambo, tenía los pies girados 80 centímetros hacia dentro, con las piernas torcidas y una de ellas, la derecha, 6 centímetros más corta que la otra. Un físico demasiado frágil como para jugar al fútbol decían los médicos, aunque como hizo sobre el campo toda su vida, Mané regateó todos los pronósticos.

Garrincha era pausa, arranque, amago y finalmente, salida. Un futbolista capaz de regatear a un defensa y volver sobres sus pasos para repetir la finta. Destrozaba rivales por la banda derecha, deleitando a la multitud con sus trucos, marcando grandes goles y creando oportunidades de gol. Parecía que jugaba únicamente por diversión la mayor parte del tiempo.

Garrincha fue la "mano de Pelé", con quien ganó dos Mundiales, Suecia 1958 y Chile 1962, creando una sociedad invencible y el complemento perfecto para una delantera mágica: Didí, Vavá y Pelé. En 1962, con Pelé lesionado, Garrincha tomó el manto, fue el jugador del torneo y la inspiración de la verdeamarela para conseguir la segunda Copa del Mundo para Brasil.

Tras comenzar en el equipo de la fábrica textil de su pueblo, Garrincha llegó al club Botafogo, bajo la batuta de Nilton Santos que lo apoyó para que diera el salto al primer equipo. A menudo llegaba a los partidos sin conocer al rival. Solo entrenaba cuando quería, y por las tardes regresaba a su pueblo natal, jugaba cascaras con sus amigos, bebía y era mujeriego. Fueron trece años en Botafogo, el equipo de su vida: en total jugó 609 partidos, anotando 252 goles.

El adiós al fútbol acabo poco a poco con su vida. Garrincha fue capaz de regatear a cualquier defensa, pero no a sus vicios. Adicto al alcohol y el tabaco, su vida siempre fue desordenada. Fue padre de 14 hijos, uno de ellos sueco, Ulf Lindberg, fruto de un encuentro amoroso con una camarera tras fugarse de la concentración de Brasil en el Mundial de Suecia 1958.

Mágico en el campo, su historia terminó en 1983. Habiendo dejado atrás un legado indeleble. "Aquí descansa en paz el hombre que fue la alegría del pueblo: Mané Garrincha". Es el epitafio que se escribe sobre la vieja y deteriorada tumba del mejor extremo derecho en la historia del fútbol.

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